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CAMINANTE

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’’Tenia un mes de embarazo y me tocaba correr con maletas y todo para subir en la mula’’… es más o menos de un metro con sesenta, un color de piel trigueña oscura; sus…

Hace dos años ella había trabajado en Bogotá - ‘’por allá en una casa hacia oficio y ganaba bueno, cuando llegué otra vez acá intente contactar a la señora pero no la encontré y como la busco en esto tan grande. Resulta que ella esta en la cárcel por algo del –carrusel-‘’ se encoje de hombros y solo responde ‘’jum no sé qué será eso’’.

A sus diecinueve años ha vivido una travesía a la que aún no le encuentra fin ‘’la mula medio frenaba y –pin- tocaba correr con las maletas para poderse subir allá arriba’’, pasaba días enteros caminando y viajando ilegalmente en las mulas. ‘’una vez me subí a una mula con varios venezolanos y uno de los señores que había en la mula se bajó y nos vio, me tocó decirle que -shh- que no dijera nada, que por favor nos dejara seguir viajando ahí, que no nos bajara… gracias a Dios no dijo nada’’.

Vivía en constante peligro y al estar embarazada no solo era su vida, sino la de alguien más que se estaba gestando hace un par de semanas en su vientre. Algunos se compadecían de ella y la invitaban a comer; irse en la silla delantera de alguna mula; una ducha y vitaminas para el embarazo. Por otro lado, solo la ignoraban; la trataban mal o hacían que se bajara de la mula en la cual se estaba transportando.

‘’el sueño me vencía en muchas ocasiones y me daba miedo, pues yo iba sostenida de algo y me agarraba duro, si me quedaba dormida me mataba’’.

‘’resulta que me dieron el numero de la cárcel y de la casa de ella, llamé allá a la cárcel pero que toca llamar a las seis de la mañana y pues acá cómo... y a la casa, ahí miraré’’ vuelve y se encoje de hombros y hace un gesto con la boca.

Yusledy no paraba de mover unos medicamentos que tenia en su mano izquierda, al parecer no se estaba sintiendo tan cómoda contado su historia, pero… ¿Quién estaría tranquilo?... es algo difícil de contar y peor si se vive en carne propia. Las pastas se cayeron una o dos veces, tenía un libro con una portada blanca apoyado sobre la mesa, una mirada fija y penetrante; su color de ojos es marrón oscuro y pestañas con una tonalidad azabache; soltó su cabello para volver a recogerlo con un caimán y dejó apreciar un poco el largor y el rubio en sus puntas.

Tiene seis meses de embarazo y una que otra vez acaricia su barriga ‘’el doctor me dijo que la niña estaba bien, pero que estaba sentada, a veces me duele mucho y se me tiempla la barrida en esta parte –señala la parte baja de su abdomen- ya no puedo aguantar ni siquiera para ir al baño –risa-, la barriga me pesa mucho y no puedo caminar tanto como antes‘’.

Para ella, la mejor manera de guiarse por el camino era viendo algún peaje, ‘’si veíamos uno sabíamos que no estábamos lejos de algún pueblo o algo, mientras que si pasaba mucho tiempo y no veíamos un peaje nos asustábamos  y a veces nos bajábamos a seguir caminando. Caminábamos muchos kilómetros y  yo embarazada. En el camino se veía de todo, me encontré con mucha gente, escuche  historias que ya había oído en otro lado, peleas, robos entre los mismos venezolanos, de todo. Viaje hasta Santa Marta buscando trabajo y no encontré nada, además estaba cansada de pescado y arroz; pescado y arroz; pescado y arroz, así que me devolví para acá, siento que acá la gente ayuda un poco más.

Yusledy es una de los miles de migrantes que habitan en Colombia, fue acogida por la Fundación de Atención al Migrante que le brinda ayuda a población que se ha visto obligada a dejar sus lugares de origen y se encuentran en situación de vulnerabilidad.  Dejó una vida que ya había intentado formar en Venezuela, sus papás y sus dos hermanos, en el camino conoció personas que ahora no sabe dónde están y que aún sigue echando de menos, con la intención de volver a crecer en otro país ajeno a ella y a los suyos.